Autora: Nadia Delgado, MBA. Consultora estratégica.
Durante años, la retroalimentación fue vista como una herramienta de corrección. Se usaba para marcar errores, señalar desvíos y mantener el control. Pero los tiempos han cambiado: los equipos ya no buscan solo instrucciones, quieren crecer, desarrollarse y ser escuchados. Y eso exige un nuevo enfoque del feedback: uno más humano, más estratégico y más útil.
El feedback no debería ser un evento incómodo que se da “cuando algo está mal”. Debería ser una práctica continua de aprendizaje mutuo, donde líderes y colaboradores se ayudan a mejorar desde la confianza, no desde el miedo.
¿Qué hace que el feedback sea útil?
La clave está en la intención, el momento y la forma. El buen feedback no busca castigar ni impresionar. Busca acompañar. Se enfoca en el comportamiento (no en la persona), es específico, se da a tiempo y se convierte en una oportunidad para mejorar, no en un juicio final.
Tres claves para un feedback transformador
-Conversaciones frecuentes, no sorpresas anuales
-Esperar a la evaluación de fin de año para dar devoluciones genera ansiedad y distancia. Las mejores culturas fomentan feedback regular, corto y accionable.
-Escuchar también es dar feedback
Los líderes no solo deben hablar: también deben preguntar y recibir. Invitar a que el equipo opine sobre el liderazgo fortalece la relación y abre espacios de mejora para todos.
Formar en habilidades conversacionales
Dar buen feedback no es natural: se aprende. Invertir en entrenamiento en comunicación, empatía y escucha activa mejora no solo el clima, sino también los resultados.
El feedback como cultura, no como herramienta
Transformar el feedback en parte del ADN de la organización ayuda a construir equipos más seguros, más ágiles y más comprometidos. Porque cuando las personas saben que pueden decir lo que piensan —y que serán escuchadas con respeto— se animan a aportar más, a equivocarse con menos miedo y a crecer con otros.
